The Fray - You Found Me (LOST)

viernes, 24 de octubre de 2008

SEGUNDO DÍA, PLAZAS Y TEMPLOS

4 de septiembre
Día 2. Cuando sabes que te quedan 7 días de vacaciones los primeros te los tomas con más calma, así que tampoco madrugamos mucho. En Termini hay una oficina de Turismo donde decidimos sacarnos la Roman Pass: son 20 euros, es válida para tres días y te da derecho a acceder gratis a los dos primeros sitios que visites, y descuentos de hasta el 50% en el resto, además de una tarjeta para utilizar gratis el transporte esos días, y un mapa de la ciudad.. No he calculado cuánto merece la pena, pero si no eres estudiante europeo menor de 25 años o persona mayor de 60, es aconsejable.

Con las averiguaciones pensamos que era tarde para empezar a utilizar la Roman Pass, así que la guardamos para usarla viernes, sábado y domingo (los lunes cierran muchas cosas, así que hay que tenerlo en cuenta). Los primeros días sólo usamos el metro. Una vez que usamos la Roman Pass, nos montamos en más autobuses, y fue cuando nos dimos cuenta de que nadie validaba su billete. Los billetes de metro y bus cuestan 1 euro, y no se pueden pagar a bordo... en el metro hay que usar forzosamente el billete, en el bus nos dimos cuenta de que nadie lo hacía...en definitiva, el bus en Roma sí es gratis.

Cogimos el metro en Termini. Aquí paran las dos líneas que hay en la ciudad, la A (azul) y la B (roja). Está bastante bien para ir a San Pedro, Plaza del Popolo, Plaza de España, Fontana de Trevi, Coliseo, Circo Máximo o San Pablo.

Y ya eran casi las 12,00 cuando nos bajamos en la parada de la Plaza Flaminia, junto a la del Popolo. Justo cuando fuimos estaban rodando...no sé si escena de película o de serie... la plaza estaba acordonada y dentro dos furgonetas pintadas rollo hippie, un montón de pancartas, globos, símbolos de la paz... en la escena varios polis arrastraban a una manifestante mientras esta chillaba.






El obelisco Flaminio fue erigido originalmente en el Templo de Heliópolis por Ramses II, y es uno de los dos que trajo a Roma Augusto. En el año 10 d.C., el obelisco fue erigido en la "spina" del Circo Máximo, hasta que el Papa Sixto V, en 1.589, lo situó como la pieza central de la Plaza del Popolo, lugar en donde se encuentra la puerta norte de la antigua Roma.


Subimos a lo alto de la plaza, desde donde se ven el obelisco y las iglesias gemelas, y una vista panorámica de Roma, las muchas cúpulas, monumentos... Arriba llegas agotado, y hay un puesto ambulante donde el agua pequeña son 2 euros, como en casi todos. Pero encuentras a gente que las vende por 1 euro, incluso en las tiendas pequeñas de barrio, la botella grande cuesta menos de 1 euro. Hasta el cuarto día no descubrimos que el agua de las fuentes de Roma, que hay muchas, está muy buena y fresca.

Aquí arriba, en la villa Mattei o Celimontana, está la plaza de Bucarest, con otro obelisco (y ya sólo faltan 10 de los que hay en Roma, contando los modernos). Se trata del llamado obelisco aureliano, por haberse encontrado cerca de la muralla aureliana, pero en realidad fue eregido por el emperador Adriano en el funeral de su favorito Antinoo, descubierto en el siglo XVI cerca de la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, y traído a esta colina en 1822 por orden del Papa Pío VII.


Próximo destino, la Plaza de España, ese lugar tan acogedor, con su escalinata repleta de flores, la gente sentada comiendo helado, la fuente de Bernini abajo y la Iglesia arriba... Pues más o menos, porque flores no había ninguna, yo pensaba que eso estaba todo el año así. Y la Iglesia, de la Trinidad del Monte, yo en las fotos la veía marrón, y no, es blanca. Un poco decepcionante si esperas una maravilla de lugar. Y otro obelisco arriba, también de la época de Adriano, pero conocido como obelisco salustiano. Se trajo de Egipto sin grabar los textos, así que los escribas romanos copiaron los que tenía el obelisco de la Plaza del Popolo. El Papa Pío VI en 1789 lo mandó colocar en este lugar.

Ya era hora de comer, y no veíamos una trattoria que nos gustase, bueno, ni siquiera una que no nos gustase. Y sin darnos cuenta estábamos en la Plaza del Panteón, con obelisco incluido (quinto), y el edificio mejor conservado de la Antigüedad, una pasada verlo por fuera, y más cuando estás dentro. Antes de entrar en casi el único monumento gratuito, nos sentamos a comer en la misma plaza, conocedores del precio de tan osado acto. Las pizzas eran 11 euros, no eran las mejores que hemos comido en Italia, pero sí las más caras, y las bebidas elevaron la cuenta más de la cuenta (bueno, así lo dejo).

La visita del Panteón es uno de los momentos más satisfactorios del viaje, un gigante antiguo que no está viejo, gracias esta vez sí a la intercesión divina. Dicen que una esfera del diámetro de la cúpula cogería entera en el templo.

Este obelisco se conoce como del Panteón o de la Rotonda (nombre de la plaza). Originalmente se encontraba en el exterior del templo del Sol, en Heliópolis. Fue Clemente XI en 1711 quien lo colocó junto al Panteón.

Siguiente destino, la Plaza Navona. Y para llegar simplemente seguir a los turistas, no está muy lejos. Pasas por unas pocas de iglesias y llegas al espacio que albergó el estadio de Domiciano, ahora transformado en una de las plazas barrocas más bellas. En el centro el sexto obelisco, justo encima de la Fuente de los Cuatro Ríos (Danubio, Nilo, Ganges y Río de la Plata) que estaba en obras. A los dos lados de la plaza otras dos fuentes, la de Neptuno y la del Moro.

La construcción del obelisco se debe a Domiciano, se encontró fragmentado, e Inocencio X le encargó la restauración a Bernini, para erigirlo en la Plaza Navona, en 1651.

Serían las 4 de la tarde y el calor era horroroso y estábamos muy cansados. Así que al ver un pub irlandés, aunque fuera hora de café, nos tomamos dos cervezas bien frías y bien grandes. Tras el descanso pasamos por el Área Sacra, una excavación reciente donde se agrupaban varios templos, aparecimos en la Plaza Venecia y aprovechamos para visitar el otro gran monumento gratuito, el de Vittorio Emmanuel y Altar de la Patria. Es recomendable ver el museo, para aquellos que les guste la política o la historia, y sobre todo contemplar las vistas desde arriba, donde hay incluso una cafetería. Se puede seguir subiendo más arriba en ascensor, pero pagando.
Habíamos visto la Fontana de Trevi de noche, así que nos acercamos para verla de día, igual de impresionante, y a todas horas llena de espectadores. Estuvimos un buen rato, allí sentados, es un sitio al que se acerca todo tipo de personas, fotógrafos, modelos, novios... estás distraído. Mientras hacíamos tiempo para cenar en el McDonald de la Fontana (después de la clavada del Panteón, tocaba hambueguesa), en la Via del Corso paramos en otro pub irlandés, el Trinity College, y luego vimos la columna Aureliana, allí mismo, que habíamos avistado aquella tarde desde lo alto del Vittorino. Cenamos, y como no conocíamos aún el servicio de autobuses, andando hasta el hotel, pasando de nuevo por la Plaza Venecia, Foros Imperiales, Coliseo... qué camino más largo y qué dolor de pies.




1 comentario:

ruinasimpermeables dijo...

Deiv, as visto k apañá soy?lo llevo topalante no como tú, k t abres cuenta en tos laos y luego lo abandonas. y con respecto a la nueva apertura...déjalo, una y no + santo tomás.

bss